Mientras hurga en su librero en busca de fotos y tarjetas que el tiempo ha cundido de polvo, percibo en su rostro una extraña simbiosis entre orgullo y nostalgia. «Qué tiempos aquellos», comenta casi en un susurro, evidentemente sumergido en el pasado y ajeno por completo a la realidad.
«Aquel 12 de diciembre de 1997 el Estadio Nacional de Lima estaba a punto de reventar», recuerda mientras muestra la instantánea que lo ilustra. Ese día miles de hinchas colmaban el graderío del coloso, todos en absoluta tensión hasta el instante en que el colegiado pitó el final del desafío y el club de fútbol Juan Aurich se coronó campeón de la Copa Perú. En medio del festejo de los monarcas, un cubano cumplía uno de los sueños de su vida.
Se trata del pinareño Jesús Sotolongo, quien desbarató la teoría de que los cubanos son incapaces de triunfar en el más universal de los deportes. Y pese a que no era un goleador letal, ni un defensor robusto e infranqueable, si el Juan Aurich consiguió aquella victoria fue, en gran medida, gracias a su trabajo como preparador físico del combinado del departamento de Chiclayo.
A PRUEBA
Cuenta que su entrada en el club peruano fue casual. «En el año 1995 fui a cumplir misión a Perú como entrenador de pruebas de fondo del atletismo, que es mi especialidad. Allí preparaba a niños y jóvenes en el estadio Elías Aguirre, precisamente en los alrededores del campo de fútbol», rememora.
Añade que «en aquel momento el preparador físico del Juan Aurich era un chileno que al parecer no tenía muy buenas relaciones con el director técnico (DT), que entonces era el argentino Horacio “La Pepa” Baldessari. Luego me contaron que Horacio había evaluado en silencio mi capacidad y un día le solicitó al club que yo me incorporara como su preparador físico».
En ese momento, cuenta el vueltabajero, no hubo muchas dudas que disipar. «Por supuesto que la idea me sedujo desde el inicio, más luego de que “La Pepa” conversara conmigo. Por eso le planteé la situación al coordinador de la misión cubana en Perú, quien lo autorizó poco tiempo después».
Relata que el primer encuentro con los jugadores le sirvió para implantar su modo de trabajo. «Para mí lo más importante siempre ha sido la disciplina. En ese momento conversé con ellos y les propuse mi plan de preparación, que ya había sido aprobado por la directiva y el DT, quien me ayudó muchísimo en mi debut en el deporte más universal».
MUY ESTRICTOS
Al referirse al modo de trabajo en este tipo de clubes profesionales, Sotolongo especifica que todo es muy estricto. «En la campaña del 96 la directiva del club nos pidió reforzar la forma física, que había sido el punto débil en torneos anteriores. Decidí enfocarme, principalmente, en el trabajo en la arena para mejorar la movilidad de los futbolistas. Había campos muy difíciles por sus condiciones geográficas, como el del Cusco, con alrededor de 5000 metros sobre el nivel del mar, y la preparación para enfrentarse a este tipo de desafíos era aún más rigurosa», explica.
Uno de los momentos más relevantes de su estancia en tierras incas fue, sin dudas, cuando debió asumir las riendas como técnico interino. «En ese tiempo el equipo cayó en un bache tras la marcha del entrenador Rufino Bernales. El club no encontró un entrenador de inmediato y me ordenaron asumir la dirección del primer equipo de forma interina. Me auxilié de un jugador veterano para la parte táctica y al final tuve buenos resultados».
En definitiva, en el año 1997 el Juan Aurich consiguió ganar la Copa de Perú en el Estadio Nacional de Lima y, de esta forma, el anhelado ascenso a la Primera División. «Fue apoteósico, nunca vi algo similar, todo Chiclayo lo celebró durante días. Para mí fue increíble vivir aquellos instantes de felicidad máxima con toda la provincia volcada con el equipo», describe como si estuviera aún allí.
«Tuve una buena amistad con Juan Carlos Oblitas, entonces DT de la selección de Perú, quien, como teníamos algunos atletas del club en la selección, me invitó a apoyar la parte física del equipo nacional en las eliminatorias con vistas a Francia 1998. Ese fue otro momento irrepetible», rememora el hoy entrenador de fondo en la EIDE Ormani Arenado.
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